LAS BRASAS DEL PLACER
I
En un cubículo parado de sopetón,
estacionado por un gafe peligroso, hay
un ángel de la guarda y una serpiente viscosa;
y los sonidos suenan susurrados, son voces
de ese embaucador ascensorista;
y los dibujos del espejo son formas yuxtapuestas;
y la aterciopelada voz que canta al oído,
y la máquina arranca sin rubor.
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