UNA FICCIÓN
Aparcado y sentado con la copa
en un lugar de cruce donde todos se juntan
y se hablan todos juntos solos.
Y un pelirrojo alambre que recorre la pista
de mesas y de sillas y, como el sol ardiente
que por rendijas se cuela, dibuja efectos
y destellos de luz en los tugurios del tiempo.
Tiempo que pasa en la nada del bosque de
antenas y de asfalto, con recuadros
de vida vegetal encarcelada.
Y el frío consentido en la distancia, en la huida:
la diferencia; con sólo una tela
para el cuerpo que cubre el esqueleto,
y que se cubre del asfalto, de la intemperie,
del bosque, con la larga perilla, con las rastas,
con el pañuelo, con el aire de un caminante
de tierras y de asfaltos, de bares y de tiempo.
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